Buenos Aires despierta,
querida, inalcanzable;
otra vez su mirada fue testigo de historias
que siempre acaban de la misma manera.
La ciudad amanece convertida en una casa gigante.
Calles que parecen patios y
veredas que parecen camas.
Así viven nuestros hermanos,
aunque nadie los escuche,
aunque nadie los note.
Buenos Aires despierta,
la mañana aún duerme,
las huellas de la noche ya se barren
y guardan en contenedores.
Y a veces también hay amor,
escondido en el fondo de un bar,
escapando de los ojos
y de las horas que no dejan respirar.
Sus bocas quedarán sedientas,
no habrá más tiempo para promesas;
será hora de regresar,
cada cual a su enfermedad.
Ella volverá a casa,
besará a su marido;
preguntará ¿qué tal tu noche, mucho trabajo?,
por dentro morirá despacio,
recordará otras caricias.
Él soñará que la rapta y huyen muy lejos,
pensará Tal vez esta noche se decida.
Buenos Aires despierta,
siempre triste y fría.
Las luces ya no brillan,
sólo quedan recuerdos.
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