Ante un tema tan complejo, sensible y heterogéneo, me cuesta analizar la inseguridad desde los aspectos redundantes. Quisiera, en cambio, partir de una premisa fundamental: la globalidad del problema. Tal vez así se pueda llegar a una conclusión decantada naturalmente.
Antes de comenzar, deberíamos preguntarnos cuando fue que este tema volvió a ocupar la tapa de los diarios, convirtiéndose en la principal preocupación de los argentinos. Entonces, descubriremos que si bien en estos últimos días hubo casos detonantes -a veces afectando a personalidades de la farándula-, es el cúmulo de los demás casos brutales lo que hace estallar la impotencia contenida.
Aunque desde el gobierno se niegue un aumento en la cantidad de hechos cometidos, respaldándose en sus estadísticas, lo cierto es que la sensación de inseguridad es quizás la más fuerte que se recuerde en los últimos años, incluso mayor a la desatada en 2004 cuando luego del secuestro y asesinato de Axel Blumberg, unas 150.000 personas se reunieron frente al Congreso Nacional reclamando justicia y seguridad.
Medios de comunicación
Empecemos por tener en claro que existe una guerra no declarada entre dos grandes poderes, la prensa y el gobierno. Los motivos todavía no son claros, sin embargo podemos deducir (a través de las acusaciones cruzadas) que ninguno de estos dos actores está dispuesto a ser el primero en bajar el tono de la pelea.
Por parte de la prensa se nota un escalonado aumento de la crítica hacia el gobierno nacional, acentuada aún más con la prematura recién iniciada carrera hacia las elecciones legislativas de octubre. Sería ingenuo no reconocer una sutil, y a veces subliminal, tendencia a favor de las fuerzas opositoras en ciertos programas políticos.
Por citar un ejemplo, en los telediarios, que por estilo histórico se limitaban a informar las noticias y, rara vez, emitir un comentario, ahora se repiten en apreciaciones personales cuestionando la gran mayoría de las medidas gubernamentales.
Teniendo en cuenta lo descripto, deberíamos preguntarnos si acaso existe la intención de sobredimensionar el flagelo de la inseguridad. ¿Ésta sensación de peligro inminente, de inseguridad asfixiante, se condice con la realidad?.La respuesta la obtendrá cada uno de acuerdo a su visión personal. Por mi parte, todavía no he podido afirmarlo pero tampoco negarlo. Mas allá de que en la televisión todo tema posee una fecha de caducidad, no puedo dejar de preguntarme: ¿quién mencionaba esto cuando el campo cortaba las rutas?. Sin la objetividad que requieren las noticias ¿nos estarán informando o induciendo de acuerdo a intereses?.
Por supuesto que nadie podría negar que hay inseguridad, muchos la hemos sufrido, sin embargo, ¿hasta que punto es paranoia o realidad el acto de mirar por sobre nuestro hombro cuando caminamos?. En cualquier caso, ¿por qué este tema es siempre fogoneado por candidatos políticos en vísperas de elecciones?.
Opinión pública
Producto del dolor sufrido por el asesinato brutal de uno de sus colaboradores, las declaraciones de la conductora televisiva Susana Giménez despertaron una ola de adhesiones por parte de sus colegas y de la opinión pública en general. Textualmente, solicitaba “matar a quien mata” y «basta de derechos humanos para los que matan”.
Estos dichos, entendibles debido a un estado de Shock emocional, no dejan de poner en relieve un debate siempre encarado superficialmente respecto a lo que se debería hacer para afrontar el problema de la inseguridad. Sin embargo, las recetas volvieron a dirigirse en la misma oxidada dirección: bajar hasta los 13 o 14 años la edad de imputabilidad para los menores (actualmente en 18), pena de muerte, condenas más largas, más cárceles, más presos, más policías e incluso, algunos sugieren sacar de los cuarteles a los militares.
Si hoy se hiciera una encuesta, el aumento de la mano dura como solución se impondría abrumadoramente por sobre cualquier aspecto social mediante el cual se debería buscar la salida. Esto se debe a una idea colectiva en la que se afirma que un delincuente no puede ser recuperado, solo le cabe pudrirse en la cárcel y de esta manera amedrentar al resto de los potenciales criminales. A la hora de buscar soluciones, queda claro que se ignora algo fundamental: nadie nace delincuente, son otros motivos los que determinan el proceso mediante el cual se llega a decidir estar por fuera de la ley.
Derechos
En lo que se refiere a fortalecer y hacer prevalecer los derechos humanos por sobre cualquier reclamo que atente contra ellos, este gobierno posee una gran determinación.
Esta decisión, para nada popular y cuestionada desde su inicio en el año 2003, es confundida erróneamente por quienes la ubican en contraposición a sus otros derechos civiles, llámese derecho al trabajo, a la salud o a la seguridad.
No deberíamos enfrentar estos dos legítimos derechos constitucionales ya que solo en su conjunto contribuyen al desarrollo de una sociedad equilibrada. En cambio, lo que si deberíamos exigirle al gobierno es un mayor esfuerzo en combatir la pobreza, el analfabetismo, el desempleo, la corrupción y la desigualdad de oportunidades.
Conclusión
Llegar a una conclusión definitiva en un tema de tantas vertientes es imposible. Lo que si se puede avizorar como solución es un camino del que lamentablemente pocos hablan: consensuar estrategias a largo plazo con los diversos bloques políticos y dejar de lado las mezquinas aspiraciones personales. En el marco de una crisis financiera internacional que más tarde o más temprano golpeará aún más los estratos sociales menos favorecidos, adoptar una visión de futuro es una decisión que debería tomarse con urgencia.
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