Me pregunto que pasará por la cabeza de Barack Obama en este día, crucial para su futuro político y, al mismo tiempo, doloroso para su vida afectiva. A pocas horas de tal vez convertirse en el hombre con más poderen el planeta, el destino lo ha vuelto a poner cara a cara con la pérdida de un ser amado, como si se empeñara en recordarle que a veces no todo sale como se ha planeado.
Ayer por la tarde, Madelyn Dunham, abuela materna de Obama, falleció luego de una larga pelea contra el cáncer. Tenía 86 años y había criado a Barack en años de niñez y juventud. Como él mismo lo escribiera en la dedicatoria de su último libro, su abuela había sido su roca de estabilidad durante toda la vida.
En su autobiografía The Audacity of Hope (La Audacia de la Esperanza), cuenta como a pesar de haber vivido con su padre sólo hasta los dos años y haberlo vuelto a ver una vez más a lo largo de su vida, la ausencia paterna no significó un trauma debido al fuerte rol de las mujeres que lo criaron, su madre y su abuela: “Fueron las mujeres, pues, las que aportaron el equilibrio en mi vida – mi abuela, cuyo tenaz pragmatismo mantuvo a flote a la familia, y mi madre, cuyo amor y claridad de espíritu hicieron que mi mundo y el de mi hermana no perdieran el enfoque. Gracias a ellas nunca carecí de nada importante. De ellas aprendería los valores que me han guiado hasta el día de hoy.”
En su libro, Obama nombra reiteradamente el coraje de su abuela y la ternura de su madre, Stanley Ann Dunham, fallecida en 1995 victima de cáncer a la edad de 52 años, también en el mes de Noviembre y en vísperas del lanzamiento de su campaña como legislador en Illinois. Fue por su madre, liberal y defensora del movimiento por los derechos civiles, que Barack comenzó a empaparse en los valores de la tolerancia, la igualdad y la defensa de los menos favorecidos.
“Mi madre fue en muchos sentidos la persona más espiritualmente viva que jamás he conocido. En ella la amabilidad, la caridad y el amor eran sentimientos casi instintivos y se pasó la mayor parte de su vida poniéndolos en práctica”, “Le enfurecían la pobreza y la injusticia y despreciaba a quienes permanecían indiferentes frente a ella”.
“Y, lo más importante, poseía una capacidad innata para maravillarse…”. “A veces, cuando estaba creciendo, me despertaba en mitad de la noche para que viera lo espectacular que estaba la luna o me hacía cerrar los ojos mientras caminábamos juntos al anochecer para que oyera el ruido de las hojas arrastradas por el viento”.
Deja un comentario